Por fe, Abraham, cuando Dios lo llamó, obedeció y salió para ir al lugar que él le iba a dar como herencia. Salió de su tierra sin saber a dónde iba.

Hebreos 11,8

Qué relato tan interesante, porque cuando uno lo lee está lleno de imágenes: eran peregrinos, no tenían hijos, descendientes como las estrellas del cielo, una herencia que era una tierra prometida, por poco la muerte de su hijo en sacrificio, después habla de su nieto y bisnieto. Casi todo un resumen de la vida de Abraham. Pero no es así, porque Abraham y Sara van a experimentar lo que todos nosotros y nosotras experimentamos; situaciones de vida y como actuamos en ella.

Abraham y Sara salen de su tierra hacia lo desconocido, hacia lo nuevo, confiados en la promesa de un nuevo hogar y deciden creer a Dios y obedecen el mandato divino de emprender viaje, de emprender un peregrinaje y eso no es fácil. En nuestros tiempos si tendríamos que ir a un lugar desconocido, la tecnología nos da tranquilidad y casi diría seguridad de cómo ir, cuánto tiempo nos llevaría, como está el clima, etc. A pesar de eso no nos dice qué es lo que puede pasar en la decisión de emprender viaje.

Y el viaje de Abraham y Sara se convierte en un aprendizaje de vida y de fe. Descubren que la decisión de obedecer a Dios pasa por la gran necesidad de saber y experimentar que nuestro Señor va a estar en los momentos buenos y en los momentos inciertos o malos. Van a experimentar que la vida es un camino donde estamos llamados a obrar bien, a creer, confiar y sentir que Dios está caminado a nuestro lado.

Señor acompaña y bendice a todos y todas los y las que deciden y buscan un camino mejor y digno en sus vidas, guíalos y protégelos.

Mario Gonzáles

Hebreos 11,8-22

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