Tú, Señor, has ordenado que se cumplan bien tus mandamientos.
Salmo 119,4

Cuando el pueblo de Israel estaba caminando por el desierto buscando una nueva tierra, hubo tanto desorden que Moisés pidió a Dios que mandara reglas para convivir. Y Dios mandó los “Diez Mandamientos” que hasta hoy son el fundamento para la convivencia de los que creemos en Dios. Ninguna sociedad, ningún grupo de personas puede vivir sin reglas, y hasta entre los animales existen ciertos códigos.
Hoy vivimos en un mundo con un montón de leyes y decretos. Comenzando con los dichos de la abuela sobre lo que se puede hacer y lo que no. Aprendemos, también, que somos castigados si no cumplimos. Todas las leyes y castigos que tenemos hoy son el resultado de lo que piensan gobiernos o gobernantes sobre lo que según su criterio es necesario. Parece que vivimos en una selva en donde hay tantas leyes y decretos que nos cuesta mantener la orientación y al final cada uno hace lo que quiere. “Hecha la ley, hecha la trampa”… qué expresión terrible, y cuántas veces usada.
Sin embargo, también hay cambios en las leyes. Lo que fue ley hace 100 años hoy ya no lo es, o está cambiado, porque la cultura ha cambiado. Sin embargo, lo que no ha cambiado son los “Diez Mandamientos”. Quizás hoy se usen otras palabras, pero su contenido no ha cambiado. Es más, muchas leyes de nuestro tiempo tienen su fundamento en ellos. ¿Por qué, entonces, no alcanzan los “Diez mandamientos”? Simplemente porque no queremos entender lo que Dios nos quiere decir. Fabricamos leyes y leyes, decretos y decretos cada vez más complicados en su formulación e interpretación, simplemente para no cumplirlos. ¡Ojalá el Espíritu Santo nos ilumine y nos ayude a leer una y otra vez los “Diez Mandamientos”!
Miren, hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro. (Deuteronomio 30,15)

Detlef Venhaus
Salmo 119,4-8

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