Martes 8 de julio

 

Señor, acuérdate del amor y la ternura que siempre nos has manifestado, pero no te acuerdes de mis pecados ni del mal que hice en mi juventud. Señor, acuérdate de mí, por tu gran amor y bondad.

 

Salmos 25,6-7

 

Qué sabias son las palabras del rey David, quien pide al Señor que se acuerde de él conforme a Su gran amor y bondad. Con frecuencia, nos acercamos al Señor confiando en nuestra propia justicia, intentando estar justos y bien ante Dios por nuestros propios méritos. Sin embargo, la palabra nos recuerda que no hay nadie en este mundo que pueda justificarse delante de Dios por sus hechos. (Romanos 3,10-12)
Pero tranquilo, ¡hay buenas noticias! Dios, en su gran amor y bondad, ha enviado a su hijo Jesús al mundo. A través de la obra consumada en la cruz, nos hace justos, nos santifica y nos bendice con solo creer en Él. Dios ya no recuerda los pecados de quienes creen en Jesús, ¡la petición de David ha sido escuchada!
Querido hermano, querida hermana, gracias al gran amor y bondad de nuestro Padre, podemos deleitarnos en la salvación que Él nos ofrece en Jesucristo. Acerquémonos a Él y dejemos que sea el Señor de nuestras vidas. Amén.
¡Dichosos aquellos a quienes Dios perdona sus maldades y pasa por alto sus pecados! ¡Dichoso es quien el Señor no toma en cuenta su pecado! (Romanos 4,7-8)

 

Lucas Doerzbacher

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