María trajo unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, muy caro, y perfumó los pies de Jesús; luego se los secó con sus cabellos. Y toda la casa se llenó del aroma del perfume.

Juan 12,3

Sabido es que, cuando llega alguien importante a nuestro hogar, sacamos nuestras mejores ropas, colocamos los mejores cubre mesas, muchas veces lo hacemos para mostrar lo mejor de nosotros.
En el cuadro que nos presenta Juan, observamos que María no solo quería mostrar su cariño y amor al maestro, sino que en ese perfume derramado de alto valor estaba -también- María misma derramándose a los pies de su Maestro. Y claro que lo valía, Jesucristo había resucitado a Lázaro y la respuesta de gratitud debía ser una entrega total a nuestro Señor y Salvador. ¿Qué damos a Dios el día de hoy? Una vez me dijo una persona que iba a ir a la Iglesia cuando tuviera tiempo: migajas, sobras, lo que implica no entender el gran regalo del amor de Dios en Cristo Jesús.
Debemos reconocer que nunca podremos agradecer todo lo que Cristo ha hecho, pero María, a través de ese perfume, estaba colocando a Jesucristo como el Dios eterno en primer lugar.
Pero cuando uno lo hace, no faltan los obstáculos, las críticas, a veces opiniones atendibles, Judas aplicó un aparente argumento piadoso, pero su corazón mezquino no miraba la voluntad de Dios, sino la bolsa.
El camino cristiano es muy hermoso, dijo alguien, pero está lleno de obstáculos y de irse despojando para saber que dependemos absolutamente de nuestro Señor Jesucristo.
Padre ayúdanos en nuestra fe, y así, a rendirte el culto debido a tu Nombre.

Alexis Salgado

Juan 12,1-11

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print