Después de esto, oí las fuertes voces de una gran multitud que decía en el cielo: “¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque Él juzga rectamente y con verdad…”

Apocalipsis 19,1-2a (DHH)

Juan de Patmos retoma una aclamación litúrgica que aparece en los Salmos: “¡Aleluya!”, “alaben a Yavé (Dios)”. Esta aclamación invita a celebrar y reconocer el poder de Dios en medio de los sufrimientos, dolores y angustias.
El pueblo cristiano a fines del Siglo I d.C. fue en Asia Menor objeto de persecución. El coro celestial proclama la justicia de Dios en contra de las injusticias del Imperio Romano que invadió Jerusalén y destruyó su templo. El libro del Apocalipsis es una gran profecía en lenguaje litúrgico que expresa su dura crítica a las realidades políticas, sociales y económicas impuestas por aquel imperio.
Podemos decir entonces que el culto cristiano de aquel tiempo estuvo fuertemente condicionado por la opresión imperial. Pero ello no impidió que el profeta y vidente Juan de Patmos exhortara a las iglesias de Asia Menor a continuar reuniéndose y perseverando en el seguimiento a Cristo resucitado, pues el poder de Dios que actuó en Él es el mismo que se manifiesta al pueblo fiel.
Al momento de redactar esta meditación, la humanidad todavía sufre la persecución del Covid-19. No dejemos nunca de invocar al Dios de la vida que no abandona a su pueblo, ni a la humanidad ni a su creación entera. ¡Aleluya!

Wilma E. Rommel y Álvaro Michelín Salomón

Apocalipsis 19,1-10

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