La justicia irá delante de él y sus pasos nos pondrá por camino
Salmo 85,13
“El fruto de la justicia se siembra en paz”, afirma la carta universal del apóstol Santiago en el Nuevo Testamento, subrayando la naturaleza inseparable de estos dos conceptos. La justicia y la paz están intrínsecamente vinculadas; no puede existir una sin la otra. Incluso en ausencia de guerra, la verdadera paz no prevalecerá. “Quienes procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia”, concluye.
El mandato de Jesús es buscar “el Reino de Dios y su justicia”, y esto se encuentra en total consonancia con el mensaje de este Salmo. Es completamente coherente que ambos elementos formen parte del camino que el Señor ha trazado para guiar nuestros propios pasos.
“La misericordia y la verdad se encontraron”; “La justicia y la paz se besaron”; “La verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo” (versículos 10-11a). La armoniosa unidad de la creación de Dios da sus frutos cuando estos valores son los cimientos sobre los que permitimos que se establezcan.
Los acuerdos de paz a los que históricamente nos hemos acostumbrado a menudo resultan ser meras rendiciones o, en el mejor de los casos, pactos de no agresión. Sin embargo, el camino hacia una paz auténtica es considerablemente extenso. Muchas veces nos conformamos con una paz superficial que se limita a la ausencia de guerra, en su mayoría debido a la dificultad de continuarla en lugar de una auténtica convicción.
La misericordia, la verdad, la justicia son componentes imprescindibles de la paz que encontraremos si somos capaces de cultivarlos.
Oscar Geymonat