Mensaje de la Conferencia Ministerial Plenaria

“Yo recibí esta tradición dejada por el Señor, y que yo a mi vez les transmití…”
(1 Corintios 11:23)

Apreciadas hermanas y hermanos en Cristo:
nosotros, el cuerpo ministerial reunido en la Conferencia Ministerial Plenaria en Eldorado los días 18 al 20 de abril 2023, les saludamos deseando que sea con ustedes la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo.

Nos hemos dado un tiempo para reflexionar juntos sobre la misión y cómo llevarla a cabo en el lugar donde fuimos llamados a ser iglesia, a saber: el Cono Sur de este continente. Aunque vale aclarar: la misión no es de nuestra ni de ninguna otra iglesia, sino desde el principio y hasta el fin pertenece al Dios que creó este mundo, que lo reconcilia consigo y que lo renueva. Ese mismo Dios inauguró esta misión que trasciende tiempos y espacios, razas y tradiciones, modas y estructuras.

Cuando el apóstol Pablo legó a los Corintios el momento tan evangélico, diacónico, profético e inclusivo que es la Santa Cena, introdujo ese legado así: “Les transmito lo que recibí como tradición dejada por el Señor”. Así el apóstol procura mantenerse fiel a la misión inaugurada por Dios y desafiar a una comunidad dividida por cuestiones de tradición, clase y género a probar “cuán bueno es habitar juntos en armonía” (Salmo 133:1). Así también nosotros recibimos este testimonio que transforma y sostiene la vida. Por eso, nos preguntamos: ¿cómo no transmitir lo que hemos recibido? ¿Cómo no vivir la alegría de ser testigo que han visto y probado “cuán bueno es el Señor” (Salmo 34:8)? Probablemente ahí radica el secreto de toda misión: transmitir con “fidelidad creativa” (Hans Ulrich) lo que uno ha recibido.

En este sentido somos iglesia evangélica, en la medida que compartimos cómo las Buenas Nuevas han hecho arder nuestros corazones; somos iglesia profética en la medida que compartimos cómo esas mismas Buenas Nuevas nos han transformado a nosotros y a nuestra manera de vivir; somos iglesia diacónica en la medida que compartimos como otros hermanos y hermanas han vendado nuestras heridas; somos iglesia inclusiva en la medida que compartimos que nosotros, tal como somos, hemos encontrado un lugar en el seno de la comunidad.
Nos despedimos, compartiendo con ustedes la Paz del Resucitado.

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