Esperanza, Santa Fe, Argentina (Distrito Oeste)
A las congregaciones y comunidades de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata:
Los días 10, 11, 12 de octubre del año 2024, en la ciudad de Esperanza, Santa Fe, Argentina, los delegados y las delegadas de las congregaciones que conforman la Iglesia Evangélica del Río de la Plata nos reunimos como Sínodo bajo el lema “Espiritualidad para la Misión”.
En primer momento recordamos, una vez más, que la misión es de Dios y que, en el actual contexto, en que nuestras congregaciones se encuentran insertas, requiere de cuatro dimensiones fundamentales: la misión es evangélica, profética, diacónica e inclusiva.
Es evangélica porque la encarnación de Dios en Jesucristo, su muerte en la cruz y su resurrección, es la buena noticia, que transforma la vida y la realidad de las personas, noticia que somos llamados y llamadas a compartir.
Es profética porque la actual realidad necesita voces de denuncia ante la enorme desigualdad social, por la que una minoría se apropia de recursos vitales, necesarios para la vida digna de la sociedad toda. Y, a su vez, debe ser anuncio de esperanza que, con acciones concretas, se defienda la vida y la dignidad de las personas.
Es diacónica porque el amor al prójimo, materializado en las obras de servicio, es sustento del mensaje evangélico que se proclama; y donde las y los pobres; las y los que lloran, quienes tienen hambre y sed de justicia se sientan alojados, alojadas, bendecidos y bendecidas. En este sentido, la diaconía es un imperativo de la misión que somos llamados y llamadas a realizar y a su vez, un mimo esencial que alivia las necesidades más acuciantes de quienes lo reciben.
Es inclusiva porque como iglesia estamos llamados a dar lugar para todos y todas, sin importar su origen étnico, su condición social, su género, su condición física o intelectual, o su orientación sexual. Como dice en Gálatas 3: 26-27 “Pues por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios, ya que, al unirse a Cristo en el bautismo, han quedado revestidos de Cristo. Ya no importa ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo”. Porque en la comunidad de fe todos y todas tenemos un lugar como hijos e hijas de Dios y somos dignos y dignas de respeto y cuidado amoroso.
En otra instancia, los y las jóvenes nos hicieron ver que la comunidad de fe, como los discípulos en la barca, también hoy atraviesa tormentas y las olas golpean fuerte. Padecemos el impacto de la injusticia climática, el aumento de la pobreza y situación de calle, suicidios, violencia de todo tipo, injusticias contra las personas de la tercera edad y el ataque al derecho de la educación pública. Injusticia y pecado social de lo que también somos responsables. A pesar de estas y otras amenazas, la comunidad de bautizados y bautizadas, confía en que Jesús, aquel que nos devuelve la calma, nos acompaña en el camino que sale al encuentro de las víctimas de estas situaciones. Esto ocurre cuando, como iglesia, damos respuesta por medio de diferentes acciones, como las que fueron expresadas en la feria de la misión: abriendo centros comunitarios, actuando en favor de la creación, generando espacios de contención y escucha, y propiciando comunidades de fe comprometidas con la misión, que buscan superar todo tipo de violencia.
Para el cierre del Sínodo, conscientes de que estas problemáticas requieren de un compromiso profundo y a largo plazo, respondimos con un SI obediente al llamado de la misión de Dios; que hemos graficado simbólicamente en una marcha con pancartas, elaboradas en nuestros grupos. Entendemos que la Espiritualidad de la misión debe estar sostenida por nuestra fe en Dios y debe mostrar amor, misericordia, empatía, respeto, firmeza y ternura en la búsqueda de justicia, igualdad y paz. Esta marcha por las calles y la plaza central de la ciudad de Esperanza expresa nuestra decisión de ganar el espacio público y de ahora en más no solo ser comunidades abiertas a quienes acuden a nosotros y nosotras, sino que también nos sentimos enviados a proclamar la Buena noticia de Jesucristo, Señor de la vida y de la historia, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo.
Como Sínodo invitamos a nuestras comunidades a sumarse a este camino de la misión, en el tiempo que nos toca vivir de acá hasta nuestro próximo encuentro.