Pero él, dejó el consejo que los ancianos le habían dado, y pidió consejo de los jóvenes que se habían criado con él…

1 Reyes 12,8

El país vivía el cambio político por la muerte del rey Salomón. Por eso, el norte fue visitado por Roboam, su hijo, quien deseaba ser reconocido como rey. Los campesinos del norte, le pusieron como condición rebajar los impuestos altísimos de Salomón.

Roboam pidió tiempo para contestar y consultó a sus asesores, quienes tenían opinión dividida: los ancianos aconsejaban “prudencia conciliatoria” y negociar con el pueblo; los jóvenes, que conteste: “Mi padre los castigó con azotes, más yo los castigaré con escorpiones.” (v. 11)

“Escorpiones” eran los látigos provistos de puntas metálicas, con que los capataces flagelaban a los esclavos. Roboam siguió el consejo de los jóvenes (amigos desde la infancia). Se produjo el quiebre del reino en dos: “Del Norte” con Samaria como capital y “Del Sur” con Jerusalén como ciudad cabecera.

El cisma fue, además de político, de carácter religioso, pues el Norte tenía mucha historia desde los tiempos de Abraham y Jacob. Además, la tumba de José estaba en el norte.

Fue precisamente este pueblo el que reclamó una figura directriz y como no había aceptado a Roboam, terminaron entronizando a otro candidato, a Jeroboam. Vemos cómo una actitud negativa, interesada y estúpida de un líder, puede alterar la vida de una nación, partirla en dos y debilitarla. La desagradable y mala continuación: guerreros vecinos atacaron, sometieron y esclavizaron a todos.

Pensemos que también un padre, un maestro, un/a pastor/a o cualquier otro dirigente con actitudes carentes de toda sensatez, pueden poner en peligro, no solo su vida sino la de todos los demás, situación en la que jamás se encuentra el remedio.

Alicia S. Gonnet

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