Miércoles 10 de abril

Pedro, al ver esto, les dijo: “¿Por qué se asombran ustedes, israelitas? ¿Por qué nos miran como si nosotros mismos hubiéramos sanado a este hombre y lo hubiéramos hecho andar por medio de algún poder nuestro o por nuestra piedad?”
Hechos 3,12

Pedro y Juan, seguidores de Jesús, colaboraron para que un paralítico recobrara la capacidad de caminar. Fue, sin lugar a dudas, un milagro. La gente atribuyó el milagro a ellos y comenzaron a admirarlos. Sin embargo, Pedro tenía plena conciencia de que, en el mejor de los casos, habían actuado como intermediarios del poder de Dios. Por esta razón, atribuye toda la gloria y honor de este milagro únicamente a Dios. La actitud de Pedro es ejemplar, ya que en lugar de aprovechar la oportunidad para vanagloriarse o buscar fama, coloca las cosas en su debido lugar y se esfuerza por hacer entender a la gente que todo proviene de Dios.

Pedro fue sincero, justo y actuó con ética y veracidad. No se benefició de manera indebida de la situación. En la posición de Pedro, más de una persona podría haber cedido a la tentación del poder o la fama y haberse atribuido el milagro para sí mismo.

Es un gran desafo seguir el ejemplo de Pedro, evitando apropiarnos de lo que no nos corresponde, ya sea un milagro u cualquier otra situación. Por otro lado, deberíamos comprender que no hay mayor privilegio que ser instrumentos de nuestro Dios en este mundo. Tener la oportunidad de trabajar para el reino de Dios es una de las bendiciones más gratificantes que podemos experimentar en la vida. Con certeza, muchos milagros han ocurrido, ocurren y ocurrirán gracias a esta posibilidad que Dios nos concede, tal como lo hizo con Pedro y Juan.

Todo se hace para gloria de Dios, amén, amén. Siempre y cuando nos dirija su amor, amén, amén. Amén, amén, amén, amén. Todo se hace para gloria de Dios, amén, amén. (Canto y Fe Nº 363)

Armando Weiss
Hechos 3,12-16
Tema: Sinceridad

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