Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen su gracia y su paz sobre ustedes.
Filemón 3
Son palabras del apóstol Pablo, dirigidas a Filemón junto a la comunidad de fe que se reunía en su casa, a Apia y a Arquipo. Palabras que a modo de saludo de apertura introducen una corta pero sustanciosa carta sobre un asunto por tanto delicado.
Quizás haya sido tan solo un modismo de rutina. Pues Pablo efectivamente tenía la costumbre de iniciar (y terminar) sus cartas con votos de alabanza a Dios y bendición para sus destinatarios. Quizás haya sido una formulación mecánica, así como nosotros, a veces, usamos expresiones sin tener presente lo que sus palabras en verdad significan. Pero quizás haya sido, muy por el contrario, un saludo intencional, como queriendo preparar el terreno para lo que luego escribiría. O como para colocar de manera preliminar el fundamento no solamente de la intención de su carta sino de la relación que lo vinculaba con quienes la recibirían. O para manifestar que lo que le pediría a Filemón no era un capricho personal sino respuesta a su compromiso para con la misión de Dios.
Efectivamente, la manera en la que iniciamos una conversación, sea escrita u oral, influye sustancialmente en el desarrollo de la misma. Porque marca no solamente el vínculo, sino influye en la disposición emocional y hasta espiritual de lo que vendrá. Si comienzo con agresión, muy probablemente conseguiré eso. Si, en cambio, comienzo con empatía, el desarrollo será diferente. Logro, de entrada, establecer en función de qué y con quién me estoy comunicando, un contacto con más posibilidad de ser claro y transparente.
Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la presencia constante del Espíritu Santo estén con todos ustedes. (2 Corintios 13,14)
Annedore Venhaus