Yo también les voy a hacer una pregunta. Respóndanme: ¿Quién envió a Juan a bautizar, Dios o los hombres?

Lucas 20,3b-4

Una pregunta para responder a otra pregunta. Lo hizo Jesús y lo hacemos muchas veces nosotros en nuestra vida cotidiana. ¿Qué piensa usted de tal cosa? Al igual que Jesús, en más de una oportunidad conocemos la intención con que se formula la pregunta, la cual no es otra que la de desacreditar a la persona que responde. Vivimos en tiempos en donde de acuerdo a nuestra opinión estamos de un lado o del otro, es blanco o negro, no hay lugar para grises. No hay lugar para decir que no tenemos respuestas. Tampoco para meditar y reflexionar la realidad social en la que vivimos. ¿No será que nos hemos transformado en fariseos, ansiosos de respuestas humanas que lejos están de la verdad?

¿O acaso tendremos miedo de admitir que no tenemos todas las respuestas?

En muchas oportunidades he oído a personas que ante la pérdida de seres queridos buscan respuestas. Ante la tristeza y el dolor es algo totalmente humano hacerse ese tipo de preguntas, sabiendo que no es posible encontrar una respuesta que traiga paz y consuelo al corazón. Sin embargo, hay quienes no pierden la oportunidad de justificar la desgracia como una consecuencia del Dios enojado que castiga. Ponerlo a Dios en el lugar de castigador es olvidar que su misericordia va más allá de lo que podemos comprender con la razón. Es olvidar la cruz que Cristo cargó por cada uno de nosotros. Por eso, queridos hermanos y hermanas, animémonos a confiar en Dios que es fuente de todo amor y verdad absoluta. Amén.

Raúl Müller Heindenreich

Lucas 20,1-8

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print