Tienen a Moisés y a los profetas, óiganlos.
Lucas 16,29
En este relato de Lucas se está cerrando una parábola que nos puede trasladar a lo que Pablo le dijo a los romanos (Romanos 10,17) acerca de la fe alimentada por el oír la palabra de Dios.
No hacerlo acarrea muchos riesgos y el resultado es nuestro comportamiento lleno de dudas, inseguridades y temores.
Esto sucedía también en tiempos de Jesús. En cierta ocasión, el Señor advirtió lo que puede ocurrir si nos hacemos los sordos. Fue cuando el Señor y sus discípulos hacían una larga caminata hacia Jerusalén. El Maestro de Galilea les predicaba sobre el reino de Dios, sobre la muerte y la vida humana y respondía a sus preguntas con parábolas de fácil comprensión, cuando tocaban el tema de la vida después de la muerte.
Esta parábola de Lucas (16,19-31) llamada “El rico y Lázaro” habla del resultado de vivir de un modo u otro. En esta vida, el hombre rico tuvo todo lo material que pudo desear. El pobre Lázaro (Dios ayuda) resultó tan importante para Jesús, que es el único personaje de parábolas que tiene nombre propio. Eso lo definió como alguien que con lo único que cuenta es con su fe en la ayuda de Dios. Él, que parecía tan pobre, tenía lo mejor porque tenía fe.
Estos datos son la primera parte de la parábola. La segunda es la conclusión en el más allá, donde los personajes se ubican a la inversa: el que era pobre en la tierra está mejor y el rico sufre y padece.
¿Por qué? ¿El uno por ser rico? ¿El otro por ser pobre? Premio o castigo se han ganado por la conducta anterior. El pobre cosechó el gozo eterno como fruto de alimentar su fe en Dios y el rico pagó por su indiferencia hacia el mísero Lázaro que mendigaba en diarios banquetes de sus existencias terrenas. No vio su hambre, ni sus llagas y andrajos. No le habló ni lo consoló, porque miraba para otro lado.
Un tema muy interesante sobre el que podemos seguir pensando.
Cuando el pobre nada tiene y aún reparte, cuando un hombre pasa sed y agua nos da, cuando el débil a su hermano fortalece, va Dios mismo en nuestro mismo caminar. (Canto y Fe Nº 317)
Alicia S. Gonnet
Lucas 16,19-31