Todas las mañanas me hace estar atento para que escuche dócilmente.
Isaías 50,4b

Oimos de manera involuntaria a través de nuestro aparato auditivo. Pero escuchar implica «prestar atención», detenernos a comprender e interpretar lo que oímos. Escuchar es sinónimo de tomarnos el tiempo para esta tarea, de enfocarnos en ello.
Dios hace que el profeta escuche cada día de manera dócil. Asimismo, Él se presenta en nuestras vidas en medio del bullicio cotidiano, para que podamos percibirlo y, a través de esa percepción, podamos ver y acercarnos a quienes están cansados y desalentados, olvidados, enojados, necesitados o tristes. Son aquellos que necesitan ser escuchados.
En esas situaciones, que también nosotros experimentamos, Dios nos hace comprender que, en la ayuda comunitaria, nos enriquecemos en el amor, y esto nos fortalece cotidianamente.
Escuchar a Dios, es decir, dedicar tiempo a Él, también implica tomarnos un momento para escuchar a nuestro prójimo en su vida y en su realidad. Dios nos invita diariamente a hacer una pausa y sentir su presencia en nosotros, esa presencia que nos impulsa a acercarnos al otro para construir comunidad.
Callemos para escuchar de su palabra de amor lo que a su pueblo dirá para la salvación de su generación… Alcemos al que cayó, al ciego démosle luz, al oprimido, valor, al que oprime, perdón, y alabemos a Dios… (Canto y Fe N° 97)

Joel A. Nagel

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