Será como la zarza del desierto, que nunca recibe cuidados, que crece entre piedras, en tierra de sal, donde nadie vive.
Jeremías 17,6
Señor, no quiero ser como una zarza sin cuidados, sin savia por dentro y marchita por fuera. No puedo imaginar vivir en un lugar desolado o devastado por la guerra, sin vida visible. Y cuántas personas sufren esa situación en nuestro tiempo. ¡Cuánto dolor debe ser estar atrapado entre penurias, burlas y desprecio! Estar rodeado de piedras y su dureza, no se lo deseo a nadie.
Recuerdo haber visto en algún viaje pedazos de tierra cubiertos por una delgada capa blancuzca, como azúcar. No. Eso es sal y todo está muerto. Nada crece.
¿Estar solo? Insoportable.
Escúchame, Señor.
Dame fuerzas para reaccionar. Ayúdame a no confiar tanto en mi propia fuerza y capacidad; en alguien que se cree importante y que habla con palabras que suenan hermosas en mis oídos; a no apoyarme en ideas o ideologías con muchas promesas; ni en la libertad que supuestamente da el dinero y el poder; ni en el bienestar que se ofrece con luces de colores.
Ayúdame, Señor, a entender y aceptar que el camino de mi vida tiene un fin. Pero no es una calle sin salida. A confiar en la hermosa luz más allá de mi horizonte.
Gracias, Señor.
“Sí, vale la pena vivir en este mundo que Dios hizo por mí” (Canto y Fe número 184).
Everardo Stephan