Así también la palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto, sino que hace lo que yo quiero y cumple la orden que le doy.
Isaías 55,11
Si hay algo que puede ofendernos es sentir que estamos hablando con las paredes. ¿¡Cómo nos gusta hablar, no!? Es como si de pronto nuestras palabras fueran sagradas y se estuvieran desperdiciando si no nos escuchan. Me viene a la mente una niña que nos pedía a la familia que nos calláramos porque ella nos estaba queriendo decir algo. Nos parecemos a esta niña cuando nos ponemos mal porque no nos dan bolilla.
Esta idea de la palabra como algo que fructifica, que produce algo, que es indispensable para poder vivir, es parte de muchas culturas. ¿Qué palabras son urgentes? ¿Qué palabras son tan importantes que bajo ningún concepto podemos dejar de escucharlas?
La fe cristiana solamente le permite ese lugar a la palabra de Dios. Las demás palabras son solo palabras.
La palabra de Dios se puede parecer a una catarata. Como las Cataratas del Iguazú. Después de una lluvia grande el agua es roja porque la tierra se desprende cuando se queda sin vida encima y adentro de ella. Es como que siente que no la merecen y se va a otro lado con su fertilidad. Se deja llevar por el agua, abandonada a la gracia de Dios.
No importa de dónde vengamos ni a dónde tengamos que ir, de la extensión de tus manos, Señor, nunca podremos salir. (Canto y Fe N° 242)
Jorge Weishein
Isaías 55,10-11