Yo, el Señor digo: También yo voy a tomar la punta más alta el cedro, arrancaré un retoño tierno de la rama más alta, y yo mismo la plantaré en un monte muy elevado.
Ezequiel 17,22

Si tuviera que asignar un título a esta meditación, sería: “Volver a empezar”
Jerusalén había sido deportada a Babilonia. En medio del exilio, el profeta Ezequiel proyecta un futuro. Habrá un tiempo de restauración, de salvación, de un nuevo comienzo. Las rebeldías, infidelidades e idolatrías de una nación desesperanzada quedarán atrás.
Ahora, Dios tomará la iniciativa de arrancar un brote del cedro alto y orgulloso (Israel) para replantarlo. Esa rama se transformará en un árbol magnífico, un noble cedro cuyas ramas darán refugio a toda clase de aves. En ese árbol, todas las personas, sin importar su raza o religión, encontrarán acogida. En él se materializará la salvación como un evento de alcance universal.
Indudablemente, el profeta estaba realizando una visión hacia el futuro. Hacia una iglesia lo suficientemente amplia como para acoger a la extensa familia de Dios.
Una iglesia de puertas abiertas, inclusiva, solidaria, donde se ofrece esperanza, contención, perdón. Especialmente en tiempos de exclusión, condena y soledad.
Que esta iglesia sea un árbol en el fondo de tu casa, que haya fiesta y alegría y oración bajo sus ramas. Con raíces bien profundas y sus brazos hacia el cielo, que esta iglesia sea fecunda dando frutos de consuelo. (Autor: Pablo Sosa)

Stella Maris Frizs

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