El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha consagrado; me ha enviado a dar buenas noticias a los pobres, a aliviar a los afligidos…
Isaías 61,1

Este versículo, como otros tantos del libro de Isaías, nos lleva del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento. Al comienzo de su ministerio, en la sinagoga, Jesús citó estas palabras indicando que se refieren a él mismo. Y de hecho, Jesucristo trajo la mejor noticia de todos los tiempos: que podemos tener comunión con Dios. Pero además, al leer el versículo pensamos que esta misión de dar buenas noticias y aliviar a los afligidos también puede contar con nuestra propia contribución. De manera que hay dos aspectos, uno es recibir la buena noticia y el otro es difundirla y aliviar a los afligidos. Experimenté el primer aspecto durante el servicio militar. Esperábamos ansiosamente la noticia de un día franco y no podíamos casi pensar en otra cosa. Entonces se me ocurrió que ya disponíamos de una buena noticia: que Jesús vino al mundo. En un momento de obsesión por ver una salida, la fe fue un alivio real. En cuanto a difundir esa buena noticia y aliviar a los afligidos, celebremos que en nuestra iglesia se suelen combinar ambas cosas. Anunciamos con base bíblica el perdón de Dios mientras tratamos de consolar a los afligidos procurando incluir a todas las personas e incluso a los animales y otras manifestaciones de la Creación. ¡Qué bueno que este versículo tan compasivo haya sido retomado por Jesús y señale un camino también para nosotros!

Tomás Tetzlaff

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print