Al ver esto, Simón Pedro se puso de rodillas delante de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Es que Simón y todos los demás estaban asustados por aquella gran pesca que habían hecho. También lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús le dijo a Simón: “No tengas miedo; desde ahora vas a pescar hombres.” Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús.
Lucas 5,8-11
Jesús nos llama. Es la palabra de Dios creadora la que nos invita. Y cuando la palabra de Dios llama, nuestras vidas, como la de Pedro y la de los otros pescadores, están siendo recreadas, transformadas para siempre.
Dios nos interpela con su llamado. ¿Nos sentimos también llamados a ser pescadores de hombres? ¡Sí, nosotros y nosotras! A pesar de nuestras fragilidades, nuestros temores. Nosotros y nosotras que reconocemos que precisamos ser perdonados y amados. Pero Dios no sólo nos llama a ser algo, sino que nos colma de dones para cumplir la bendecida tarea a la que nos requiere, una y otra vez.
Dios nos convoca a servir. A poner nuestros dones al servicio de la creación. A ser luz en medio de la oscuridad. A llevar una palabra de aliento. A sembrar esperanza. A regar con su palabra. A seguirlo….
Tú has venido a la orilla, no has buscado, ni a sabios ni a ricos, tan solo quieres que yo te siga. (Canto y Fe N° 282)
Sergio Utz Lucas 5,1-11