Los israelitas mandaron unos mensajeros a Sihón, rey de los amorreos, a que le dijeran: “Quisiéramos pasar por tu territorio. No nos meteremos en los campos sembrados, ni en los viñedos, ni beberemos agua de tus pozos. Atravesaremos tu territorio yendo por el camino real.” Pero Sihón no dejó que los israelitas pasaran por su territorio…

Números 21,21-23

A veces escuchamos acerca de problemas entre personas a causa de un camino vecinal o una senda que pasa por la propiedad. Todos los vecinos, de común acuerdo con el dueño, están autorizados a transitar por esa calle porque acorta la distancia hacia una ruta asfaltada o hacia el pueblo más cercano, o por ser la única salida. Con el tiempo, este tránsito se convierte en un “derecho adquirido”. Si se respetan ciertas normas va todo bien. Sin embargo, si por alguna desavenencia el dueño decide cerrar el paso, comienzan los problemas.

Existen países que no tienen salida al mar ni acceso directo a un puerto para exportar sus productos y recibir mercancías provenientes de ultramar. Con frecuencia, este derecho se obtiene a través de complicados acuerdos internacionales, que en algunos casos son negados por largos años.

En nuestros tiempos, enormes contingentes de miles de migrantes solicitan derecho de paso por determinados países con la intención de llegar a una tierra de paz y bienestar.

Los prejuicios, la desconfianza y el egoísmo de los seres humanos cierran corazones, hogares y fronteras. Tampoco las iglesias tienen siempre puertas abiertas a estos hermanos y hermanas creados por Dios a su imagen y semejanza.

El rey de los amorreos no solamente negó el paso a los israelitas, sino que los atacó y perdió la batalla.

Roguemos a Dios que nos dé un corazón sensible y generoso, sin fronteras, ni barreras, que permita la vida plena a todo ser viviente.

… Nuestras prisiones son nuestros temores, fuertes cadenas atan nuestro ser. Como la playa como el pasto verde, viento y refugio es el amor de Dios. (Canto y Fe Nº 207)

Bernardo Raúl Spretz

Números 21,21-35

 

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