Aquel mismo día comenzó una gran persecución contra la iglesia de Jerusalén. Todos, menos los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria.

Hechos 8,1

Después de la muerte de Esteban se desató una gran persecución contra los cristianos, que tuvieron que salir de Jerusalén -convertida en un lugar peligroso para ellos- para dispersarse por zonas donde el brazo persecutor no les alcanzara, Judea y Samaria.

Esta salida y dispersión forzosa que tiene un principio malo y duro, resulta sin embargo en una oportunidad para que el Evangelio sea anunciado a la gente de aquellos sitios. Al escucharlo, mucha gente también lo aceptará.

Cuando escuchamos acerca de esos cristianos obligados a irse, no podemos dejar de acordarnos de Jesús, quien en su vida pudo transformar la adversidad de la oposición y malas intenciones de las autoridades judías en una oportunidad para anunciar la buena noticia del Reino.

¿Y la tranquilidad para anunciar el Evangelio? ¿Cuál es la situación ideal o el tiempo mejor para el anuncio del Reino? Parece que fueran las peores circunstancias las que llegan a ser las mejores para que el Evangelio sea anunciado y también aceptado.

Así que puede ser que nos sintamos en el camino y realizando la misión que Dios nos encarga. Podemos sentir la afectuosa presencia de la gente y que no haya mayores conflictos ni sintamos temor en hacer lo que nos toca. Pero puede ser -y tal vez para nuestro bien y para gloria de Dios que sea diferente- que tengamos que salir de “Jerusalén” e ir a donde no conocemos, estar entre gente que no conocíamos y aprender a ser cristianos ante otras necesidades y desafíos. Y también puede ser que en esa nueva realidad podamos tener grandes experiencias de fe y de vida. Amén.

Delcio Källsten

Hechos 8,4-25

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