Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea recibieron noticias de que también los no judíos habían aceptado el mensaje de Dios. Pero cuando Pedro volvió a Jerusalén, lo criticaron algunos de los creyentes procedentes del judaísmo. Le preguntaron: “¿Por qué fuiste a visitar a los que no son judíos, y comiste con ellos?”.
Hechos 1,1-3
¿Cuáles son nuestros gustos? Por ejemplo, en comida, bebida, entretenimiento, lecturas, deportes, y pasatiempos. Muchas veces, las costumbres cotidianas nos llevan a definir nuestros gustos; otras veces, adquirimos esos gustos por herencia o por decisión propia.
No es fácil definir por qué nos gusta lo que nos gusta, porque tiene
mucho que ver con la expresión de nuestros sentidos, nuestras emociones, nuestras formas de ser, o cómo fuimos educados.
Con el pasar del tiempo, nos damos cuenta de que muchas veces, los gustos se transforman en reglas de conducta. Comemos lo que comemos porque nos gusta (y porque siempre ha sido así).
Y estas costumbres, y estos gustos nos llevan a entender nuestro entorno, o a explicarlo, o también, a expresarnos ante la vida, porque forman precisamente esquemas de vida. No siempre es fácil tratar de entender a alguien que no vive como nosotros, que no tiene las mismas costumbres o los mismos gustos.
Ponernos en el papel del otro, implica muchas veces un desafío. Y en cuestiones de fe, vemos que en este pasaje de Hechos los creyentes procedentes del judaísmo discuten con el apóstol Pedro, por haber ido este último a convivir con personas procedentes de la gentilidad. Sin embargo, Pedro menciona que la acción de Dios se manifestó también sobre ellos.
Tratar de entender a los demás no siempre será fácil y quizás el reto no sea ese, sino aceptar lo que Dios puede hacer en otras personas que no son de nuestro grupo, o de nuestra congregación, pero que también alaban a Dios y sobre quienes el poder de Dios también se manifiesta.
Roberto Trejo Haager