Si nuestro mensaje es que Cristo resucitó, ¿por qué dicen algunos de ustedes que los muertos no resucitan?

1 Corintios 15,12

Este hombre Jesús, el Cristo, hijo de Dios mismo, enviado a dar testimonio a favor de su Padre, nació, creció y vivió como cualquiera de nosotros, de nosotras. Tuvo una vida plena de sentido, y, como consecuencia de su compromiso, sufrió la crueldad del martirio, del oprobio, de la muerte misma.

Y, esta muerte, dolorosa y violenta, es recordada cada vez que traemos a la memoria su Pasión en Semana Santa. ‘Muerto y sepultado’, afirmamos, y, agregamos seguidamente, ‘al tercer día resucitó’. Esta es nuestra confesión, nuestra profesión de fe. En la misma afirmamos que, aún constatada, la muerte no pudo vencerlo, no supo cómo hacerlo. Parece una locura, pero esto es lo que creemos, o, al menos, decimos creer.

Nos basta para ello el relato evangélico de una tumba vacía, o el mensaje de alguien con vestiduras resplandecientes, o el anuncio de algunas pocas mujeres. Por eso, movidos por la fe, creemos, necesitamos hacerlo para darle un sentido a tanta vida. ¡La muerte ha sido vencida!, y, en consecuencia, afirmamos creer en ‘la resurrección de la carne y la vida perdurable’. Entonces, ‘¿por qué dicen algunos de ustedes que los muertos no resucitan?’.

Si, movidos por el testimonio bíblico y por la fe, creemos en la resurrección de Cristo, Él, Señor en la vida y en la muerte, hará posible nuestra propia resurrección. Como lo hizo con Lázaro, con el hijo de la viuda de Naín, con tantos y tantas que siguen confiados y esperanzadas de que la muerte ya no tiene cabida en medio nuestro. Después de todo, aquella piedra removida del sepulcro es anticipo de esta lápida que será removida en nuestra tumba.

David Juan Cirigliano

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