Al subir Moisés al monte Sinaí, una nube lo cubrió, y la gloria del Señor se posó sobre el monte y la nube lo cubrió durante seis días. Al séptimo día, el Señor llamó a Moisés desde el centro de la nube.
Éxodo 24,15-16

Durante el camino a la tierra prometida, luego del cruce del mar Rojo, los israelitas y Moisés están sujetos a un duro aprendizaje. La confrontación con el desierto, la escasez de agua y carne, lo penoso del camino ponen a prueba a ese grupo de esclavos liberados. Es ingenuo pensar que el mero cruce geográfico de la frontera de Egipto, el cruce a través del mar, hacen de los israelitas personas nuevas. Los hebreos llevan consigo, además de sus pertenencias, estructuras de vida grabadas a fuego durante generaciones: Llevan consigo esa sociedad dividida en amos y esclavos. Por eso les cuesta convivir y tomar decisiones responsables. Han aprendido a recibir migajas y son estas las que recuerdan cuando las cosas no van como ellos anhelan. Su recurso es la murmuración, la queja entre dientes contra Moisés y Dios especialmente por esta aventura que de aventura tiene poco. Idealizan los beneficios de la esclavitud y guardan en cajoncitos los látigos, el trabajo sin descanso. También Moisés debe aprender que no basta con un liderazgo unipersonal. No se puede pastorear la gente como si fueran ovejas, es más difícil. Dios no los abandona, los invita a crecer y a dar forma a una sociedad de hermanos/as. Moisés debe subir al encuentro con Dios en el monte, porque Dios tiene una mirada y horizontes más amplios. Pero esa subida entraña después una bajada para ir al encuentro con todo el pueblo y compartir las enseñanzas de Dios.
Cuando vamos a meditar la Palabra, nosotros/as mismos/as nos encontramos peregrinando hacia el Reino de Dios. Y estamos lejos. No geográficamente sino en nuestras actitudes y aprendizajes, en nuestros pensamientos y comportamientos automáticos de competencia, éxito, egoísmo. Cuando Dios nos regala su Palabra debemos volver a la vida y compartirla para que sea semilla fecunda de un mundo nuevo. Que así sea.

Juan Carlos Wagner
Éxodo 24,12-16

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