¡Guarden silencio en presencia del Señor, porque el día del Señor está cerca!
Sofonías 1,7
Para gran parte de la sociedad actual, la vida se desenvuelve con el ruido y para el ruido, por eso el silencio está subvalorado. Es preferible el ruido de las redes sociales aunque estemos aislados/as. Se tiende a definir el silencio como ausencia, neutralidad, miedo, indiferencia, y casi nunca como disposición, apertura, intuición y/o discernimiento. La clave es que el silencio depende de la escucha. Es aquí donde el silencio acontece como disposición, el silencio que intuye y espera, es decir, un silencio con significado, pero sin ruido. El silencio al que alude Sofonías es la disposición humana ante el misterio de la divinidad que lo cuestiona y envuelve. No basta con una actitud de silencio como forma de respeto, se trata de tener conciencia del Misterio para abrirse a un conocimiento mayor. Se trata de emprender un camino semejante al de un místico que aspira a la contemplación de Dios y a su encuentro, más allá de los límites formales de las palabras. Por eso, a pesar de los ruidos que nos distraen, también existen posibilidades de silencio y trascendencia. Escuchar necesita silencio, como la presencia profunda necesita soledad. Implica renunciar a los prejuicios que nos impiden acercarnos con obediencia y gratitud a Dios y a la realidad inevitable de su cercanía, cuya presencia siempre nos rodea. Por eso, guardar silencio delante del Señor, es no reducirlo al estrecho y mezquino mundo de nuestras imágenes. Escuchar su voz y sentir su presencia, es también prepararnos para escucharnos a nosotros mismos y a nuestra comunidad.
Andrea Paula De Vita