Y dijo: Señor, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de largo junto a tu siervo.
Génesis 18,3
El versículo que compartimos forma parte del texto donde Abraham es visitado por tres varones: uno es Dios mismo y los otros dos son ángeles. En esta visita, Abraham recibe de parte de Dios la promesa del nacimiento de su hijo Isaac.
En este versículo, se puede apreciar la proverbial hospitalidad de los pueblos orientales, considerada en todo el mundo antiguo como un deber sagrado.
Este hecho es mencionado en la Carta a los Hebreos 13,2: “No se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”.
Y con respecto a este tema, el Apóstol Pablo en Romanos 12,13, refiriéndose a los deberes de la vida cristiana, dice lo siguiente: Compartan las necesidades de los santos y practiquen la hospitalidad. En la nota de la Biblia de Estudio RVR95 se menciona que la hospitalidad llegó a ser especialmente importante como vínculo entre los cristianos, tanto por la protección que ofrecía al viajero como por las oportunidades de compañerismo y estímulo mutuo.
Oremos: Gracias, Padre Santo, por el privilegio de pertenecer a una Iglesia que convierte la hospitalidad en un testimonio de amor cristiano. Gracias porque en cada encuentro podemos sentir que quienes nos reciben y atienden nos tratan como ángeles. Te pedimos que cada uno de nosotros tenga ese espíritu de cobijar y contener a quienes lo necesitan.
“Miren que bueno es cuando nos reunimos todos juntos, porque el Señor ahí manda vida eterna y bendición” (Canto y Fe número 98).
Omar Darío Dalinger