El diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús.

Juan 13,2

El dolor de una traición es profundo, sangra y cuesta que cicatrice. A cada momento, emergen imágenes, palabras, que nos recuerdan el hecho, a modo de una película, pero esta vez, vivida en primera persona.
Sensación de desequilibrio, confusión, la autoestima cae rodando por la escalera de la vida.
Cuando hay una traición es porque el pacto preexistente se rompió, se olvidó. Las promesas, los proyectos, los sueños, todo quedó en el baúl de los recuerdos.
Para el traicionado, ya no hay energías ni ilusiones ¡se siente expulsado del Edén!
Es despertar de repente y ver, con demasiada claridad, que tenemos las manos vacías y el corazón exprimido.
Con más o menos palabras, intenté describir lo que siente el ser humano traicionado. Pero, ¿qué sentirá el traidor? Y, ¿qué sintió Jesús?
Por favor, se gentil con mis sentimientos, tomará tiempo porque he recibido heridas.
Por favor, se amable con tus palabras, tomará tiempo porque he escuchado demasiadas mentiras.
Por favor, se suave con tus ojos, tomará tiempo porque he visto demasiadas miradas falsas.
Por favor, se suave con tu cuerpo, tomará tiempo porque he sentido demasiados cuerpos fríos.
Solo el verdadero amor puede comprender.

Sandra Cirulli

Juan 13,1-11

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