Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los maestros de la ley. Allí estaban también el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y todos los que pertenecían a la familia de los sumos sacerdotes. Ordenaron que les llevaran a Pedro y a Juan, y poniéndolos en medio de ellos les preguntaron:—¿Con qué autoridad, o en nombre de quién han hecho ustedes estas cosas?
Pedro, lleno del Espíritu Santo, les contestó:—Jefes del pueblo y ancianos: ustedes nos preguntan acerca del bien hecho a un enfermo, para saber de qué manera ha sido sanado.
Hechos 4,5-9
Este pasaje bíblico muestra cómo al actuar con autoridad, por la Ley, pero sin la misericordia y el amor al prójimo, hace que se cometan errores por falta de un conocimiento integral que enmarque la visión del ser humano y ayude a traer justicia a este mundo.
En nuestra vida diaria, tanto como individuos, comunidades de fe y como iglesia en su conjunto, a menudo nos encontramos en el papel de juzgar a vidas, personas y comunidades, entre otros.
Cristo en su paso por este mundo dejó enseñanzas claras, sencillas y prácticas sobre cómo desempeñarnos si nos consideramos sus seguidores.
Aunque puede parecer más sencillo aplicar la ley que respalda una posición, existe un dicho popular que dice: «Hecha la ley, hecha la trampa». Ojalá nos mantengamos alejados de este dicho y de su práctica.
Pedimos a nuestro buen Dios nos ilumine y el Espíritu Santo sople con fuerza sobre nosotros, que nos decimos seguidores de Cristo, para ser misericordiosos y hacedores de justicia para el bien de los más necesitados siempre. Amen
María Esther Norval