Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó treinta y un años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yedidá, hija de Adaía (…). Josías hizo lo recto a los ojos del Señor y se condujo en todo como su antepasado David, sin apartarse un ápice.

2 Reyes 22,1-2

Aquí nos dan datos sobre Josías, mencionando a su madre y abuela. Evidentemente eran mujeres muy reconocidas en su tiempo y lugar. Tan valoradas que Josías es designado rey aun siendo niño. Dos características del rey Josías fueron escuchar a Dios y tener memoria de sus antepasados. Hizo lo recto a los ojos de Dios. Lo recto tenía que ver con la confianza, la honradez y con la búsqueda de la verdad. Para él esa verdad eran los valores que construyen un bien social para su pueblo.

El ejemplo de ello es la ofrenda que habían recogido para reparar el templo de Jerusalén, la cual debía ser destinada indefectiblemente a cada una de las personas que ofrecían sus servicios: carpinteros, maestros, albañiles… La confianza era tan grande que, para el rey, no había necesidad de pedirles cuenta de sus gastos. El ver la obra terminada era el mejor testimonio de cómo los recursos habían sido utilizados.

Inclusive el sumo sacerdote y el escriba, cuando encontraron y leyeron el Libro de la Ley, se lo llevaron al rey. En la corte del rey, entonces, se había construido un espacio de confianza que permitía sentar las bases para la reforma religiosa. Ésta se dará por el (re) descubrimiento del libro de la Ley, el cual era muy probablemente una primera versión del libro del Deuteronomio.

Transparencia y confianza son las enseñanzas que nos deja este testimonio del rey Josías. Que tengamos un bendecido día.

Wilma E. Rommel

2 Reyes 22,1-13

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