Miércoles 18 de junio

 

Todo el día extendí mis manos para atraer a un pueblo rebelde que iba por caminos perversos siguiendo sus propios caprichos.

 

Isaías 65,2

 

¿Alguna vez has pensado en cómo se siente Dios ante la humanidad? Una humanidad que lucha por despertar, que no quiere asumir que somos parte importante de los problemas que afectan al mundo y al planeta. Individualmente, las personas no deseamos hacer daño a otras, pero esto no concuerda con lo que como sociedad hacemos o generamos.
Muchas veces me imagino a Dios hablándole a la conciencia de cada uno de nosotros. Nos convence, pero al interactuar con el resto de las personas, no logramos vivir en coherencia con nuestra fe. Así, terminamos construyendo un dios a nuestra medida, uno que nos convenga para lo que queremos hacer y, sobre todo, para lo que queremos tener. Un dios pequeño que es como un amuleto.
Puedo imaginar el dolor de Dios al haberse entregado a sí mismo en la cruz en Jesucristo. Sin embargo, no se cansa. Día a día, Dios extiende sus manos para atraer a un pueblo rebelde que sigue caminos perversos y sus propios caprichos, como dice el profeta Isaías. Eso significa que tenemos la oportunidad de dar un giro y vivir según su voluntad, caminando sobre los pasos de Jesús. Debemos animarnos a ir contra la corriente y ser agentes de cambio en un mundo que nos necesita, en un planeta que requiere que cambiemos nuestra forma de vivir y de consumir. ¡Tranquilos! Dios nos extiende sus manos. Amén.

 

Estela Andersen

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