Los habitantes de la ciudad, grandes y pequeños, creyeron en Dios.

Jonás 3,5

Jonás el fugitivo tiene una segunda oportunidad de cumplir la misión encomendada pero, agrega lo suyo al mensaje de Dios. En lugar de denunciar la maldad y llamar al arrepentimiento anuncia la destrucción de la ciudad. Es lo que él quiere y espera que Dios haga. Lo inesperado es que los habitantes de la ciudad creen en Dios y se arrepienten de la violencia cometida. Incluso el rey y sus ministros se convierten. Dios muestra su misericordia y no ejecuta el castigo anunciado por Jonás. El relato es esperanzador, ¿no le parece?
Tal vez, si los creyentes dejáramos de controlar al prójimo; y no nos importara cómo y con qué se entretiene o disfruta, con quienes duerme ni como se despierta; si en lugar de andar encendiendo infiernos, nos limitáramos a anunciar que el reino de Dios está cerca e invitáramos a cambiar de vida y a creer en esta buena noticia.
Y si para darle fuerza a ese anuncio, los creyentes nos declaráramos en ayuno y oración por tiempo indeterminado hasta que se garantice a todas y todos, por el bendito hecho de haber nacido, el alimento saludable; un techo confortable con agua potable; la salud; la educación de calidad; el acceso a la formación y la expresión artística con los recursos necesarios; hasta que acaben las guerras; hasta que se detenga el calentamiento global y se asegure el cuidado de la creación. Si hiciéramos algo así quizá Dios tenga misericordia, los poderosos de la tierra se conviertan y no muramos.

Sabino Ayala

Jonás 3,1-10

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