Jesús los llevó fuera de la ciudad, hasta Betania, y alzando las manos los bendijo.

Lucas 24,50

Los lugares son importantes y nos dicen mucho en la vida. No por nada Lucas nombra el lugar donde Jesús ascendió al cielo: es Betania, cuyo significado puede ser “casa del pobre”, “casa del afligido”.

Cristo ascendió desde Betania, cerca del Monte de los Olivos. Ahí estaba el huerto donde empezaron sus sufrimientos, ahí estuvo en su agonía, el lugar donde hubo traiciones, abandono de algunos de sus discípulos.

Alguien dijo que los que van al cielo deben ascender desde la casa de los sufrimientos y los dolores. Los discípulos no lo vieron salir de la tumba. Su resurrección pudo probarse viéndolo vivo después. Pero sí lo vieron ascender al cielo; de lo contrario, no habrían tenido pruebas de su ascensión.

Jesús levantó las manos y los bendijo. No se fue descontento, sino con amor, dejando una bendición. Como resucitó, casi ascendía, por su poder. Ellos lo adoraron y volvieron a Jerusalén con gran gozo. La ascensión de Jesús renovó la confianza, la fe y la esperanza de ellos. Volvieron contentos, volvieron distintos.

Algo cambió. Es otra la actitud, es otro el sentir, y la fe se fortalece. Los temores son acallados, las penas aliviadas, y se conservan las esperanzas.

Cuántas veces también nosotros nos sentimos como que todo en la vida es fracaso, sufrimientos; todo parece tornarse en pesimismo por las malas situaciones vividas. Y una vez más nuestro Dios nos enseña que hay esperanza y que otra vida es posible, que también hay cosas lindas que vivimos, y es necesario afirmarse sobre ellas. Jesús asciende y nos da su bendición. Que esto nos ayude a vivir mejor.

Mario Gonzales

Lucas 24,50-53

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