Decían: “Todo lo hace bien, hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen”.

Marcos 7,37

Jesús da testimonio de su poder infinito y misericordioso. En esta historia el protagonista es un sordo mudo que es llevado por otras personas para que Jesús lo sane y le devuelva el habla y el oído.

Este acto de llevar al hombre demuestra la gran fe hacia el maestro que todo lo puede. Jesús responde ante esa entrega, quitando la sordera y devolviendo el habla, y al hacerlo le pide al enfermo y a aquellos que presenciaron este milagro que no se lo digan a nadie. El texto dice que cuanto más Jesús pedía que no se digan estas cosas, más se iban difundiendo.

La Biblia dice que Jesús reconoce públicamente quién es, unos momentos antes de ser crucificado. Llevó un ministerio de humildad en cada gesto, en cada paso que dio hasta el final de su tiempo aquí en nuestra tierra. Él demostraba con acciones su amor infinito por los demás, poniéndose al servicio de cada persona que cruzara en su camino, sin importar de dónde venía y quién era. Lo fundamental era esa confianza, esa fe y entrega total hacia él, poniendo en sus manos las dolencias y dificultades de cada uno de los que se acercaban.

Hoy es un nuevo día en nuestras vidas para dar gracias por un nuevo amanecer y un nuevo despertar y tener presente que nuestro caminar diario debe ser un testimonio de ese amor infinito y, sobre todo, llevar adelante su mensaje con humildad, desde donde cada uno y cada una nos encontremos hoy y ahora. Amén.

Melisa Hilman

Marcos 7,31-37

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