Ustedes pueden confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla.
1 Corintios 10,13
Los fracasos nos hacen sentir inútiles. Dan la sensación de abandono, rechazo, soledad. Producen desánimo y frustración. ¿Quién no ha pasado por alguna situación así? ¿Quién no le ha preguntado a Dios: “¿Por qué a mí?” ¿Quién no se ha quejado por alguna dificultad? Es más. Estamos rodeados de tentaciones y con frecuencia no las distinguimos con suficiente claridad. No nos damos cuenta de que con ciertas palabras, decisiones, actitudes y acciones nos dañamos a nosotros mismos y a otras personas. Nadie tiene la seguridad de no caer en esas situaciones. ¿Qué hacer, entonces? ¿Vivir en constante miedo a equivocarse, querer evitar todo riesgo posible con tal de no fracasar?
No es posible vivir así.
Como en todos sus tratamientos de situaciones difíciles para sus comunidades, Pablo dirige sus miradas a Dios. Luego de asesorar a su comunidad sobre un problema que hoy ya no conocemos, eso de comer carne sacrificada a los ídolos, y de recordarles algunas situaciones trágicas en las que se metieron los hebreos al salir de Egipto, Pablo hace una aseveración sumamente reconfortante para quienes pasan situaciones difíciles. Les asegura que las pruebas no serán mayores que lo que puedan aguantar. Apela a las reservas que hay en cada persona. Las dificultades podrán doblarnos, pero no deben doblegarnos. Tenemos cierta capacidad de resistencia que evita el quiebre total. Esa capacidad nos viene de Dios. Es la “manera de salir de la prueba”, al decir de Pablo. Es la fuerza de la fe inquebrantable en el Señor Todopoderoso.
Es muy alentador saber que en los pantanos, desiertos e incluso abismos de la vida, Dios está con nosotros y nos da fuerzas para pasar esos bajones.
René Krüger
1 Corintios 10,1-13