Miércoles 19 de febrero

 

Yo soy su hermano José, el que ustedes vendieron a Egipto; pero, por favor, no se aflijan ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido, pues Dios me mandó antes que a ustedes para salvar vidas.

 

Genesis 45,4-5

 

Es una historia clave en la narrativa bíblica donde José, después de haber sido vendido como esclavo por sus hermanos y haber pasado por numerosas pruebas, finalmente revela su identidad a sus hermanos. Esta revelación marca un punto culminante en la historia de José y marca el inicio de la reconciliación y la redención dentro de su familia.
Este pasaje resalta el poder del perdón y la reconciliación. A pesar del grave daño que José sufrió a manos de sus hermanos, él elige perdonar y buscar la reconciliación en lugar de venganza. Este acto de perdón muestra la capacidad humana para trascender el dolor y la injusticia a través del amor y la compasión.
José, para salvar a su familia de la hambruna, también debe arriesgar su posición de poder, reconocerse como parte del pueblo que está viviendo la opresión, y dejar de lado el dolor por el desprecio de sus hermanos. Hay muchos movimientos internos y externos en el camino hacia la reconciliación. Al perdonar a sus hermanos, José salva sus vidas, las de su familia y las de su pueblo, incluida la suya propia. Perdonar a sus hermanos le brinda la oportunidad de reconocer su identidad; salvar a sus hermanos es también salvarse a sí mismo.
Esta historia nos invita a caminar nuestros propios procesos de perdón y reconciliación.
Oramos: Que podamos reconocer nuestros enojos y buscar los espacios para poner en palabras lo que no podemos decir; que podamos, con la ayuda de Dios, sanar las relaciones rotas.

 

Nicolás Schneider Iglesias

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