Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo…

Hechos 2,4

50 días después de la pascua los judíos se reunían para celebrar el don de la Ley, de los mandamientos recibidos por Moisés en el monte santo.

Jesús había pedido a sus amigos que permanecieran en Jerusalén hasta recibir el don de lo alto, y durante esa fiesta cumple su promesa.

El signo del fuego, lo asociamos a la luz, y esta es la que nos permite conocer. El Espíritu les enseñará todo, decía Jesús a sus discípulos, y podríamos decir que en ese día los apóstoles tienen una experiencia de conocimiento profundo de Dios experimentando su amor. El Espíritu nos hace llamar a Dios: Papá y al Hijo: Señor. El fuego es también el fuego del amor.

La nueva Ley ahora es escrita en los corazones por el Dedo de Dios, no ya en la piedra como la anterior. La experiencia de ser amados los impulsa a vivir la nueva ley: “¡ámense los unos a los otros como yo los he amado!”

Amar como Jesús implica no quedarnos en no hacer nada malo a nadie. Amar como Jesús es perdonar, soportar, vencer el mal a fuerza de bien, es evitar juzgar, ordenar los afectos, amar a quienes nos hacen daño, es permanecer siempre fieles a la verdad. Es confiar.

Nos parece imposible.

Pero el Espíritu nos capacita para hacerlo, y al hacerlo, nos hace alcanzar el gozo perfecto del amor del Padre y del Hijo.

Dejémonos conducir por el Espíritu de Vida y disfrutemos de su presencia en nosotros. Como los barcos icemos nuestras velas para que el Soplo Divino nos impulse con su fuerza.

José María Soria Pusinari Hechos 2,1-13

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