Miércoles 20 de noviembre


Día de oración y arrepentimiento

¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien, esfuércense en hacer lo que es justo, ayuden al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan los derechos de la viuda!

Isaías 1,17

Si leemos el texto completo de Isaías 1,10-18, nos percatamos de que Dios está enojado y frustrado con algunos pueblos, como Sodoma y Gomorra, que realizan rituales de ofrendas a Dios, pero ya no lo hacen por amor, sino por una comprensión vacía y egoísta. Es decir, han transformado sus sacrificios en ofrendas falsas, en una simple obediencia a la ley.
Dios está preocupado y quiere enseñarles a través del profeta Isaías a cambiar sus actitudes, a comenzar a hacer el bien, a esforzarse en practicar la justicia, a ayudar al oprimido, a defender a las viudas, en pocas palabras, a buscar la justicia. De esta manera, sus ofrendas reflejarán el amor hacia Dios y hacia el prójimo, y así la ofrenda podrá tener verdadero valor.
Me pregunto, queridos hermanos y hermanas, si en nuestras celebraciones y cultos actuales, lo que profesamos refleja realmente el amor a Dios y al prójimo. ¿Lo llevamos a la práctica en nuestra búsqueda de una sociedad más justa? ¿Nuestras acciones están dirigidas a la gloria de Dios o más bien a ensalzar nuestro propio ego? A veces caemos en la trampa de tratar de complacer tanto a Dios que, sin siquiera percatarnos, nuestras ofrendas se convierten en rituales y pesados sacrificios. Sin embargo, Jesús mismo nos dice: “Misericordia quiero y no sacrificio”.
Como cristianos y cristianas, es necesario que empecemos a cuestionar y dejar atrás aquellos ritos y costumbres que no nos acercan genuinamente a Dios. Debemos identificar aquellos que no contribuyen a la edificación de la comunidad ni a nuestro propio crecimiento espiritual. Nuestro objetivo debe ser vivir el Evangelio en nuestras vidas diarias, de manera que nuestras acciones sean un ejemplo y testimonio para los demás. De esta forma, podremos colaborar en la transformación de realidades que nos distancian de Dios.

Rufina Rapp

Compartir!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Print