Allí el Señor será para nosotros una fortaleza, un lugar de ríos y de anchos arroyos, por los que no pasará ninguna galera de remos, ni tampoco navegarán grandes naves. El señor es nuestro juez. El Señor es nuestro legislador. ¡El Señor es nuestro Rey y el mismo nos salvará!

Isaías 33,21-22

Las imágenes son elocuentes, se alimentan de comparaciones que describen una situación de paz y prosperidad. Constituyen una negación extraordinaria de las luchas por el poder, de los genocidios, de la expulsión de millones de personas por conflictos armados, por hambre, por persecución. Jerusalén aparece transfigurada como un lugar de ríos y arroyos, que recuerdan el jardín de Edén en Génesis 2, surcado por cuatro ríos que garantizan alimento y fertilidad. Esos ríos y arroyos no son transitados por naves de guerra, ni grandes barcos de comercio. Es una visión que niega el entramado ambicioso, competitivo, abusivo en tantas dimensiones de la mayor parte de la historia de la humanidad. No hay lugar para la injusticia, para la masacre, para los conflictos que marchitan y sepultan la vida. Es un canto a la vida y a la paz en todas sus dimensiones, todavía en el marco de la geografía israelita en el siglo VIII a.C. El garante, legis- lador, salvador es Dios mismo. Solo él puede sostener esa visión. La fe niega el presente inhumano y busca aferrarse a la esperanza proyectando ese reinado al futuro. De un modo diferente Dios rei- nará en Jesús, alimentando la fraternidad, la comunión, la multipli- cación de los panes, la sanidad de los enfermos, la inclusión de los despreciados… La imagen de Isaías permanece alentando nuestra búsqueda por situaciones más acordes al Reino de Dios.
Señor ayúdanos a perseverar en la esperanza que camina hacia tu
Reino. Amén.

Juan Carlos Wagner

Isaías 33,17-24

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