Ahora pues, como colaboradores en la obra de Dios, les rogamos a ustedes que no desaprovechen la bondad que Dios les ha mostrado.

2 Corintios 6:1

Miércoles de Cenizas

En las tardes de mi infancia acompañaba a mi madre a llevar la leche, al pueblo, que había sido ordeñada de las 7 u 8 vacas que entraban al tambo. Corría el año 66 o 67 y volviendo ya de noche, por varios días, pudimos ver un cometa en el claro y límpido cielo. Mientras admirábamos semejante belleza en silencio mi madre en un suspiro dijo:
—Verdaderamente es fascinante lo que Dios nos regala.
Pablo invita a la comunidad de Corinto a no desaprovechar la bondad de Dios. Él había recibido noticias que algunos cristianos habían vuelto a las antiguas prácticas religiosas. La cotidianeidad hizo que se olvidaran de las prácticas y de las enseñanzas que habían aprendido de los apóstoles.
En teología al concepto de que Dios regala se le llama Gracia. No es solo el regalo de poder admirar un cielo estrellado al que incluso se le cruza cada tanto un cometa. Sino saber que Dios nos ha rescatado del pecado y, por medio de Jesucristo, de la muerte. En nuestro bautismo nos regala la oportunidad de una vida nueva.
En mi último grupo de confirmación estábamos hablando de este tema y para hacerlo comprensivo les conté la historia de John Newton, un joven marinero que por muchos años renegaba totalmente de Dios y de la fe. Fue un traficante de esclavos en los tiempos donde estos eran cazados en África para ser vendidos como mano de obra en los puertos de América. En una noche de tormenta, el barco estuvo a punto de naufragar, John le pidió a Dios que los salvara, siendo esto el comienzo de su conversión. En pocos años se casa y realiza el estudio de teología convirtiéndose en un gran predicador. A modo de resumen de su experiencia de gracia escribió la letra de la canción “Sublime Gracia”. ‘En los peligros o aflicción que yo he tenido aquí, su gracia siempre me libró y me guiará feliz’ dice una de sus estrofas (Canto y Fe 271). Que podamos hoy aprovechar la bondad de Dios.

Waldemar Oscar von Hof
2 Corintios 5,20b-6,10

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