Navidad
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
Juan 1,6-7
Ya en la época de Jesús, había personas que testimoniaban el amor de Dios. Juan fue enviado por Dios para dar testimonio de la luz, es decir, de las buenas nuevas, de la buena noticia. ¿Cómo podríamos expresarlo en la actualidad? ¿Los cristianos nos consideramos enviados para dar testimonio del amor de Dios? Un testimonio es un relato o declaración ofrecida por un testigo, un sobreviviente o alguien en cuyo criterio se confía.
Dios confía en nosotros para llevar a cabo esta tarea. ¿Tenemos la capacidad de aceptar el desafío de ser testigos del amor de Cristo en la actualidad? ¿Cómo se reflejaría eso en acciones concretas? Encontramos muchas pautas para acciones concretas en prácticamente todos los libros de la Biblia, que indican un comportamiento en línea con las expectativas que Dios tenía para Juan y para todos sus testigos.
La responsabilidad que descansaba sobre Juan era inmensa, y esta responsabilidad debería ser igual de grande para aquellos que nos consideramos seguidores de Jesucristo. A pesar de los errores que podamos cometer, es crucial tener en mente que si cada uno, desde su posición, actúa convencido de que es un testimonio del amor de Dios, habremos contribuido a marcar una diferencia. Esto no solo se limita al ámbito de la comunidad de fe, ya sea pequeña o grande, sino que también abarca el espacio social más amplio en el que participamos. Quizás así logremos que muchas personas crean en nosotros, no porque seamos merecedores por sí mismos, sino porque Dios nos envía a dar testimonio de su palabra y su obra.
David Cela Heffel