Entonces el señor le dijo: ”Anda, regresa por donde viniste al desierto de Damasco. Ve y consagra a Hazael como rey de Siria”.
1 Reyes 19,15
En el relato que compartimos hoy, las circunstancias que le tocan a Elías son delicadas. Debe intervenir en el pueblo de Israel, que se encontraba perdido entre falsos profetas y dioses paganos. La tarea que lleva adelante lo pone en una postura difícil, incluso mortal. Con mucho temor, decide resguardarse en el desierto, acorralado por lo que vivía en ese momento.
Cuando ya cree que no hay otra alternativa, Dios se hace presente a través de sus ángeles, y la fe de Elías se enciende una vez más. Entonces, él vuelve a continuar su misión.
Este momento de penumbras en la vida de Elías refleja nuestro propio andar. Muchas veces, a lo largo de nuestros días, sentimos que caminamos en el desierto, experimentamos la soledad, la oscuridad y el desaliento, y pensamos en desistir. Es ahí donde Dios envía a sus ángeles para que nos cuiden, nos iluminen y renueven nuestra fe, encendiendo la llama de nuestro espíritu para poder continuar.
Hoy quiero invitarles a detenernos por un momento y a agradecer orando por cada uno de los ángeles visibles que están a nuestro alrededor. Muchos de ellos son cercanos, amigos, a veces desconocidos, casuales, y también por esos ángeles de cuatro patitas que no hablan, pero cuya incondicionalidad y nobleza superan toda palabra.
Gracias Señor por cada uno de ellos, que en más de una ocasión nos salvaron el día y también la vida. Amén.
Melisa Janet Hilman