Habiendo recibido a Jesucristo como su Señor, deben vivir como quienes pertenecen a Cristo.

Colosenses 2,6

Cuando un futbolista vuelve a su actividad después de un largo tiempo de lesión, se suele decir: “Tiene que sumar minutos”.

Vivir no es simplemente sumar minutos, horas, días, años, o acumular acontecimientos y circunstancias. Vivir es ser parte integrante y activa de cada uno de ellos, consciente de vivir y saberse parte de un proyecto que trasciende. Lamentablemente, muchos son meros espectadores de su propia vida.

Vivir es ser protagonista de una historia, a veces de amor, a veces de dolor. Vivir es un desafío. Luchas, triunfos y fracasos, tragedias, alegrías y tristezas.

Aunque sufras o fracases, abre tu corazón a la vida cada mañana. Da gracias a Dios por todo, lo bueno y lo malo.

Vivir como quien pertenece a Cristo es vivir sabiendo que nuestra vida tiene un propósito: construir, junto a él, ese nuevo modelo de vida que él ofreció a la humanidad. Una vida que no apunta a acumular bienes terrenales o encerrarse en las circunstancias cotidianas de la vida, sino saber que hay algo más. Una vida que apunta a trabajar para esa nueva vida, esa transformación de la humanidad. Descubrirás que tu vida tiene más sentido, y que se puede vivir más allá de las adversidades que te tocan afrontar.

Siendo así, puedes emprender tu día con el mejor ánimo. Nada ni nadie te hará perder el entusiasmo de vivir, ni las ganas de soñar por un mundo mejor.

Puedes vivir tu vida con alegría, con libertad y también con responsabilidad. No te empantanes en los miedos, los prejuicios, los deseos oscuros, el qué dirán…

Puedes vivir con amor como Jesús. Que el amor sea el motor de todas tus acciones y palabras. Así no tendrás necesidad de vivir tratando de aparentar lo que no eres, lo que no sientes, lo que no crees. Vive con ganas. Vive y deja vivir. No te inmiscuyas innecesariamente en la vida de los demás.

Que cuando llegues a la presencia de Cristo no te sientas arrepentido de no haber aprovechado el tiempo y haber pasado por el mundo sin dejar tu huella en él.

Pablo Münter

Colosenses 2,1-7

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