Después bajó Moisés del monte Sinaí llevando las dos tablas de la ley; pero al bajar del monte no se dio cuenta de que su cara resplandecía por haber hablado con el Señor.
Éxodo 34,29-30
Cuando una persona se encuentra con Dios, su vida cambia profundamente, reflejando que ya no es la misma que antes. Esto es lo que experimentó Moisés.
¿Quién o qué te hace brillar?
Una historia:
Un niño pequeño quería encontrarse con Dios. Salió con su mochila llena de provisiones y, al llegar a un parque, vio a una anciana sentada en un banco. Se sentó a su lado y abrió su mochila. Mientras buscaba una bebida, notó la mirada hambrienta de la mujer. Le ofreció una barra de chocolate, y ella le sonrió agradecida, ¡una sonrisa maravillosa! Al ver esa sonrisa, el niño también le ofreció una bebida. Ella la aceptó y sonrió aún más. Los dos pasaron la tarde juntos en el parque. Cuando oscureció, el niño se despidió. En casa, su madre le preguntó: “¿Qué hiciste hoy para tener esa cara tan radiante?”. El niño respondió: “Almorcé con Dios, y tiene una sonrisa maravillosa”.
La anciana también regresó a su casa, donde su hijo le preguntó por qué estaba tan radiante. Ella respondió: “Almorcé con Dios, y es mucho más joven de lo que imaginaba”.
Dios, te agradezco porque podemos encontrarnos contigo, a menudo de maneras que no esperamos, sino de formas completamente diferentes e inesperadas. Pero tú estás ahí, en medio de nuestras vidas, y podemos encontrarte. Te pido, Dios, que abras nuestro corazón y nuestra mente al encuentro contigo. Haznos brillar para que podamos transmitir tu luz. Amén.
Heike Koch