Pídeme lo que quieras que yo te conceda.
1 Reyes 3,5-9
Una de las cosas que más me han impactado de muchas de las lecturas del Antiguo Testamento fue esta: la petición de sabiduría de parte de Salomón, y la posibilidad de pedirle a Dios lo que Salomón quisiera. Nunca pude comprender por qué Salomón pedía sabiduría, un concepto tan abstracto y poco práctico, cuando podría haber tantas otras cosas que podría pedir a Dios. Aunque en este caso es comprensible, un joven rey, inseguro de lo que tiene que hacer, y cómo gobernar de la mejor manera. Por el gran respeto que le tiene a Dios, a su pueblo Israel, y al legado de su padre el rey David, es que considera urgente que Dios le permita tener la sabiduría para cómo gobernar.
Sabiduría es por otro lado un concepto muy bíblico. Cuánto anhelamos que nuestros gobernantes, líderes, directivos, etc., nos puedan guiar con sabiduría. En nuestra sociedad actual, y esto lógica y tristemente se permea hacia muchas iglesias, pensamos que lo más importante son los conocimientos, y el atiborrarse de éstos para ser más eficientes. Cuantos más títulos, reconocimientos, grados honoríficos, etc., parece que más “valemos” y más “sabemos”. El conocimiento y la capacitación son muy importantes, pero eso no es una garantía de sabiduría. Una computadora puede estar llena de información, datos, “conocimiento”, pero eso no significa que sea sabia. Sabiduría es: saber hacer lo correcto en el momento correcto. Y para corroborar lo correcto nuestro parámetro es la Palabra de Dios. Los conocimientos no garantizan sabiduría. Y lo podemos ver en todos los ámbitos gubernamentales, incluidas las iglesias.
Señor, queremos pedirte sabiduría para nuestros gobernantes, para nuestros líderes, e incluso todos los que portan un cargo de responsabilidad en la sociedad, y también en nuestras iglesias. Lo pedimos en el nombre de Jesús quien nos dice: “Todo cuanto pidieren al Padre en mi nombre, se los dará”. Amén.
Enzo Pellini