Estad así firmes en el Señor, amados. Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!

Filipenses 4,1-4

¿Cuántas veces hemos tenido desacuerdos con las personas más cercanas en nuestra comunidad? En este texto vigente, Pablo les habla directamente a Evodia y a Síntique, dos mujeres que ya no sienten lo mismo ni trabajan juntas. El motivo del desacuerdo no importa. Lo que vale es que vuelvan a fortalecer los lazos y “sientan lo mismo en el Señor”.

Sin elegir un bando u otro, el apóstol les ruega que dejen atrás el problema, que vuelvan a crecer en armonía y estar firmes en la obra evangelizadora. Esta postura mediadora y reconciliadora también es un ejemplo necesario para las demás, a quienes pide que valoren la particularidad de cada una y que las ayuden a restaurar sus vínculos.

Salvadas las distancias entre aquella comunidad cristiana y la nuestra, los desafíos parecen reiterarse: deponer los egoísmos, aunar criterios, continuar trabajando juntos y acompañar los procesos de restauración a fin de construir una iglesia evangelizadora e inclusiva.

Sólo así podremos realmente estar firmes y sentir la alegría de ser discípulos de Jesús.

Yo quiero ser, Señor amante, como el barro en manos del alfarero. Toma mi vida y hazla de nuevo. Yo quiero ser, un vaso nuevo. (Canto y Fe Nº 268)

María Ester Norval

Filipenses 4,1-9

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