El amor del Señor no tiene fin, ni se han agotado sus bondades. Cada mañana se renuevan; ¡qué grande es su fidelidad!
Lamentaciones 3,22-23

En un mundo lleno de incertidumbre y cambios constantes, es un consuelo y una bendición saber que el amor de nuestro Dios es eterno. No importa cuán grandes sean nuestras luchas o cuán profundos sean nuestros dolores, el amor del Señor nunca se agota. Su amor es un río inagotable que fluye constantemente hacia nosotros, dándonos fuerza y esperanza en medio de las adversidades.
Además, cada mañana, experimentamos una renovación de su amor y bondad. Cuando despertamos y abrimos nuestros ojos a un nuevo día, somos testigos de la fidelidad de Dios. Su misericordia se renueva día tras día, brindándonos la oportunidad de comenzar de nuevo, de aprender de nuestros errores y de crecer en nuestra relación con Él.
Entonces, ¿cómo debemos responder a este amor inagotable y a esta fidelidad inquebrantable? Debemos abrir nuestros corazones y recibir este regalo divino con gratitud y humildad. Debemos compartir este amor con los demás, siendo reflejos vivientes del amor de Dios en nuestras palabras y acciones.
Recordemos siempre que el amor del Señor no tiene fin. En medio de los desafíos de la vida, aferremonos a su fidelidad y permitamos que su amor nos guíe y fortalezca. Que cada día nos despierte con un corazón lleno de gratitud por su amor constante y nos inspire a vivir en respuesta a su bondad. Amén.

Pastor Dario Dorsch

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