Y oí una voz que decía desde el cielo: “Escribe: ‘Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor’. ‘Sí’, dice el Espíritu, ‘descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen’.”
Apocalipsis 14,13
En nuestros pueblos y ciudades contamos con ejemplos de aquellos edificios más antiguos que nos llaman la atención porque a pesar del tiempo perduran, se mantienen en pie y en buen estado. Pensamos especialmente que es así porque en su momento fueron bien construidos y se emplearon para ello buenos y suficientes materiales.
Con las personas sucede algo similar, porque no se deteriora ni desaparece la vida de una persona justa y bondadosa. Porque quienes reciben y reconocen el valor de sus obras, no pueden ni desean olvidarlas. Su manera de vivir y lo que han dejado para los demás perdura y no está atado a ningún tiempo de caducidad, más bien el contenido de sus obras se transforma para siempre en ejemplo para la ética y moral de quienes estén deseosos de aprenderlas.
Las obras de las hijas e hijos de Dios que trabajaron viviendo en el Señor, dan sentido al cultivo y aprecio de la buena memoria de una comunidad. Esa vida y muerte en el Señor es además lo que vuelve tan comprensible y necesaria la esperanza en la resurrección y que Dios, en su amorosa voluntad hará que una vida buena viva para siempre.
Que las obras de nuestro trabajo diario el cual realizamos por la gracia de Dios, sean para nuestro bienestar, beneplácito, alegría, paz y descanso aquí. Que todas nuestras obras sean dignas de acompañarnos siempre y lo sigan haciendo también en nuestro eterno descanso. Amén.
Delcio Källsten
Apocalipsis 14,6-13