Dios no hace diferencia entre una persona y otra, sino en cualquier nación acepta a los que lo reverencian y hacen lo bueno.
Hechos 10,34-35
El pueblo de Israel tiene una larga historia de lucha por encontrar su lugar en el mundo. Sin embargo, esta lucha no es exclusiva de Israel; la migración es un tema perenne en muchas partes del mundo.
En la actualidad, escuchamos en numerosas ocasiones acerca de miles de personas que buscan un lugar donde vivir en diferentes partes del mundo. Los motivos para migrar son variados: la falta de trabajo, la pobreza, las guerras, la persecución étnica o política. Sin importar la razón, se trata siempre de niños, mujeres y hombres desesperados, incapaces de vivir en su lugar de origen. Además de la angustia y desesperación que sienten, a menudo no son bien recibidos en los lugares a los que llegan. Todos compartimos ciertos prejuicios hacia personas de otros lugares, especialmente si su color de piel es diferente.
Seguramente, el racismo es una de las actitudes más feas en el mundo. Sin embargo, el texto nos dice claramente que Dios no hace diferencia entre las personas. No le importa de dónde venimos; lo único que le importa es nuestra actitud. Y es esta una experiencia que muchos de nosotros mismos hacemos: una persona que a primera vista no nos parece demasiado simpática resulta ser una excelente persona con actitudes muy buenas. Es difícil mirar a todas las personas con los mismos ojos, pero vale la pena hacer el intento. Jesús mostró más de una vez que este debe ser el camino para que podamos vivir en paz. Efectivamente, tratar al prójimo con respeto abre muchas puertas y alivia nuestros días.
Somos uno en espíritu y en el Señor. (Canto y Fe Nº 296)
Detlef Venhaus
Hechos 10, 34-43
Tema: El respeto al prójimo
Venhaus, Detlef, diácono emérito de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, Tres Arroyos, Buenos Aires, Argentina dvenhaus56@gmail.com