Todos gritaban con fuerte voz: “¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del cordero!”

Apocalipsis 7,10

“Arriba la bandera, marchamos a paso firme”, tuvimos que cantar en tiempos de mi niñez. Y el texto que continuaba en ese canto afirmaba: “que los compañeros que fueron muertos en el frente de batalla, están marchando en nuestras mentes”.

La generación que el vidente Juan tiene ante la vista era aquella, que como hoy en día también la hay, sufría las persecuciones por confesar la fe cristiana. Además, hoy hay otras múltiples “persecuciones” que están a la orden del día. A veces por razones religiosas, a veces son “las fuerzas del mercado” o “el bienestar de la sociedad”, que nos obligan a actuar inhumanamente. Eso genera penas, angustias, lágrimas y mártires.

Pero para el vidente Juan es obvio: ninguno de ellos está perdido, abandonado. La canción que entonan a gran voz llena al cielo con palabras en honor a Dios, porque el Dios que está en las alturas, es el Dios que está muy cerca en lo cotidiano de la vida.

Al cordero de Dios, que fue sacrificado en la cruz, lo reconocemos como el niño Jesús nacido en Belén. Por eso entonamos a gran voz: ¡Arriba los corazones, cerca está la salvación! (Canto y Fe Nº 4)

Wilhelm Arning

Apocalipsis 7,9-12

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