En cuanto Jesús fue bautizado y salió del agua, el cielo se le abrió y vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo, que decía: “Éste es mi Hijo amado, a quien he elegido”.

Mateo 3,16-17

Estamos casi al fin de un nuevo año. Un momento en que miramos el tiempo transcurrido, con sus luces y sus sombras, como todo en la vida. Tiempo de balances y también de elecciones. Sabemos de personas, que al llegar al fin de cada año, hacen una lista mirando al futuro. Haremos esto y aquello en el tiempo por venir.
Muchas veces nos preguntamos si la mirada al pasado es tan clara como para tener certezas de que el balance que hacemos es el correcto. Y pensando en el futuro y en las elecciones que debemos hacer qué lugar dejamos a la acción del Espíritu de Dios en nuestra vida.
Porque Dios nos ha elegido y lo principal al hacer nuestra lista de prioridades para el año próximo debiera ser: hacer la voluntad de Dios. Esto significa mirar la vida y sus circunstancias con la mirada de Jesús.
Tantas veces sentimos que los caminos de Dios quedan lejos de nuestras prioridades y vamos caminando nuestros propios caminos, soñando nuestros propios proyectos.
En las versiones antiguas de la Biblia este versículo terminaba con las palabras: “este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”. La palabra complacencia es definida como: satisfacción, alegría, con- tento, placer, gusto, deleite, gozo.
¿Cuáles son las acciones, los pensamientos, los negocios, en fin las prioridades que debiéramos plantearnos para el año próximo para que Dios se complazca en nuestra vida?

doris Arduin y Germán Zijlstra

Mateo 3,13-17

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